A una ratita le gustaba tener impecable su casita. Cierto día en que daba los últimos escobazos en la puerta de calle, se encontró lo que se llama un ochavo. Un ochavo es una moneda que equivale a mil pesos de los nuestros.
Lo recogió feliz y comenzó a pensar en que gastar ese ochavo que le caía del cielo.
Me compraré dulces y chocolates...¡No! en un santiamén se terminarían.
Debo gastarlo en algo que me dure, en algo que me sirva. Y piensa que te piensa, se miró al espejo y comprobó que necesitaba verse linda.
Corrió a la farmacia y compró pintura para los labios, sombra para los ojos, rimel para las pestañas, polvos finos y después en una tienda, una hermosa cinta para el pelo.
La ratita luego de un buen baño, arregló prolijamente, se puso la cinta en la cabeza y al mirarse al espejo comprobó que se veía lindísima.
Colaboración de Emilia